La propaganda de las masivas mamografías rutinarias
En el Estados Unidos post-feminista,
temas como las violaciones, la violencia doméstica o los embarazos no
deseados parecen ser demasiado sensibles para la mayor parte de la
opinión pública. Por el contrario, hablar de cáncer de mama es un gran
pastel a repartir.
¿Se ha convertido el feminismo en un culto a las cintas rosas para
prevenir el cáncer de mama? Cuando la Cámara de Representantes aprobó la
enmienda Stupak [una ley restrictiva del aborto. N.de la R.], que niega
el derecho al aborto incluso a mujeres con seguro privado, la respuesta
femenina osciló entre el silencio absoluto y una protesta inaudible.
Por el contrario, cuando unas semanas más tarde el Grupo de Trabajo
de los Servicios de Prevención de los Estados Unidos recomendó que no se
realizasen mamografías regulares hasta que las mujeres alcanzasen los
50 años, se desató el caos. Sheryl Crow, Whoopi Goldberg, y Olivia
Newton-John protestaron enérgicamente. Una docena de mujeres organizaron
piquetes frente al Departamento de Salud y Servicios Humanos. Si no nos
fijásemos en los detalles, podría parecer que el movimiento por la
salud de la mujer de los años 70 y 80 ha vuelto con fuerzas renovadas.
A nadie parece importarle que la Dra. Susan Love, autora de un libro que el New York Times
bautizó como "la Biblia para las mujeres con cáncer de mama", haga
suyas las recomendaciones. Tampoco parece importar que las apoyen
organizaciones líderes en cuestiones de salud como la Breast Cancer
Action, la National Breast Cancer Coalition o la National Women's
Health Network - NWHN. Estas organizaciones llevan años advirtiéndonos:
las mujeres de los EEUU nos hacemos demasiadas mamografías. Y ésta
práctica ha generado graves peligros que no han conducido a una
perceptible disminución de la mortalidad por cáncer de mama en relación
con otros países más felices pero con menos mamografías.
Sin embargo, estos argumentos no han servido para evitar que, la
semana pasada, la CNN retransmitiese un espectáculo bochornoso. Mientras
el director del NWHN y la experta en salud femenina, Cindy Pearson,
defendían las recomendaciones propuestas por el Servicio de Prevención
de los Estados Unidos, un grupo de mujeres exaltadas, que asistían al
debate, nos dijeron que si no les permitían realizarse mamografías
rutinarias su vida estaba en juego. Las feministas solían quemar sus
sostenes para retar al sistema. Ahora, en una especie de perversión
masoquista, alzan sus voces para gritar "¡Estrujad nuestras tetas!".
Cuando la enmienda Stupak fue aprobada, y pasó a formar parte del
proyecto de reforma de la salud, ningún congresista se atrevió a
explicar cómo el haber podido abortar le había salvado la vida o había
preservado el bienestar de su familia. ¿Pero dónde están los vendedores
de té cuando los necesitamos? Si hay algún peligro al acecho en relación
a "la intervención del gobierno" en el cuidado de la salud, se llama
enmienda Stupak. Este es el proyecto que quiere arrebatar a todas las
mujeres el derecho a escoger su planificación familiar, excepto a las
más ricas.
No digo esto, tan solo, porque considero que el aborto es un problema
moral bastante más complejo que las mamografías. Me preocupa, también,
la tendencia a que la cultura del lazo rosa sustituya al feminismo como
un foco de identidad y solidaridad femenina. Cuando una empresa quiere
mostrarse como "favorable a las mujeres" ¿qué hace? Imprime una cinta
rosa cerca de su logo y proclama que una parte minúscula de sus
beneficios los destinará a la investigación del cáncer de mama. Incluso
he visto una botella de Shiraz, llamada "Esperanza", que incluía una
cinta rosa en su etiqueta. Por desgracia no nos ofrecía información
sobre cuantas botellas debiéramos beber para lograr el efecto prometido.
Cuando Laura Bush viajó a Arabia Saudí en el 2007
¿Qué grave problema
decidió poner en la agenda política de la visita? No nos habló de los
derechos de las mujeres (el derecho de conducir o de pasear con un
hombre, por ejemplo) sino que optó por sensibilizar sobre el cáncer de
mama. En el Estados Unidos post-feminista, temas como las violaciones,
la violencia doméstica o los embarazos no deseados parecen ser demasiado
sensibles para la mayor parte de la opinión pública. Por el contrario,
hablar de cáncer de mama es un gran pastel a repartir.
Así que demos la bienvenida al Movimiento de Mujeres 2.0: en lugar
del orgulloso símbolo femenino - un círculo sobre una cruz - tenemos una
cinta. En lugar de abarcar todo el espectro de colores humanos - negro,
marrón, rojo, amarillo y blanco hemos escogido el color de una
princesa rosa. Antes marchábamos unidas en protesta contra leyes y
prácticas sexistas, ahora caminamos para demandar "una cura." Antes
apostábamos por generar una plena conciencia de todo aquello que nos
oprimía, ahora queremos sensibilizar a la opinión pública sobre una
cuestión: tenemos derecho a que desnuden nuestros pechos para una
mamografía anual.
Escuchadme, el tema que estamos debatiendo nada tiene que ver con los
costes de la atención médica. Si alguien me demostrase que manteniendo
los actuales niveles de práctica de mamografías estaríamos salvando
vidas, daría todo mi apoyo a esta lucha
y no me importaría lo que
costase. Pero los números son tozudos: realizar mamografías rutinarias a
mujeres menores de 50 años no reduce la mortalidad por cáncer de mama
en este grupo. Tampoco las mujeres de más edad necesitan
obligatoriamente una mamografía anual. De hecho, todo el dogma acerca de
la "detección temprana" está en cuestión. Tal y como nos recuerda Susan
Love, tengamos cuidado con la idea que detectar el cáncer cuando los
tumores todavía son pequeños salva vidas, hay tipos de cáncer pequeño
brutalmente agresivos y algunos tumores enormes que no lo son en
absoluto.
Uno de los argumentos más utilizados para oponerse a la reducción de mamografías ha sido que los números no importan, sólo las personas. Si estamos salvando una sola vida ¿no es acaso suficiente? Así que de acuerdo, permitidme explicar mi experiencia. En el 2000, a la edad de 59 años, me diagnosticaron un cáncer de mama de fase II sobre la base de una mamografía de dudosa fiabilidad, seguida por una de muy mala, para acabar con una biopsia. Quizá debiera estar agradecida de que mi cáncer se detectase a tiempo, pero sinceramente dudo de si las mamografías detectaron el tumor o, junto con todas las anteriores que me había realizado, contribuyeron a generarlo. Una de las causas conocidas que generan cáncer de mama es la radiación, incluso en unas cantidades fácilmente acumulables a través de una mamografía periódica.
Uno de los argumentos más utilizados para oponerse a la reducción de mamografías ha sido que los números no importan, sólo las personas. Si estamos salvando una sola vida ¿no es acaso suficiente? Así que de acuerdo, permitidme explicar mi experiencia. En el 2000, a la edad de 59 años, me diagnosticaron un cáncer de mama de fase II sobre la base de una mamografía de dudosa fiabilidad, seguida por una de muy mala, para acabar con una biopsia. Quizá debiera estar agradecida de que mi cáncer se detectase a tiempo, pero sinceramente dudo de si las mamografías detectaron el tumor o, junto con todas las anteriores que me había realizado, contribuyeron a generarlo. Una de las causas conocidas que generan cáncer de mama es la radiación, incluso en unas cantidades fácilmente acumulables a través de una mamografía periódica.
¿Y por qué, pensando cómo pienso, me sometí a estas mamografías?
Hacía tiempo que había tomado la decisión de no pasar mis años dorados
sometida a una vigilancia constante del cáncer, pero yo quería que me
renovasen mi receta de Terapia de Reemplazo Hormonal (TRH) y la
enfermera se negaba a hacerlo si no mediaba una mamografía previa.
¿Y por qué tomaba una terapia de reemplazo hormonal? Me habían
convencido, a través de la propaganda médica vigente, que la TRH ayudaba
a prevenir enfermedades del corazón y el Alzheimer. En el 2002, nos
enteramos de que la TRH puede generar cáncer de mama (además de ser
ineficaz en prevenir las enfermedades cardíacas y el Alzheimer), pero en
el 2000 yo no lo sabía. Así que, ¿contraje cáncer de mama debido a la
terapia de reemplazo hormonal - y posiblemente a causa de las
mamografías - o fue esta terapia la que permitió que me detectasen a
tiempo un cáncer que yo habría tenido de todos modos?
No lo sé, pero sí puedo contaros que a la biopsia le siguieron los
peores seis meses de mi vida donde me quedé calva y pasé por el largo
calvario de la quimioterapia. Debemos entender que éste dolor también
está en juego: no tan sólo que algunas mujeres puedan morir debido a que
sus cánceres no se detecten, si no también que muchas otras puedan
perder meses o años de su vida inmersas en tratamientos debilitantes y
posiblemente innecesarios.
No es necesario haber sufrido un "quimiocerebro" (un deterioro
cognitivo producido por la quimioterapia) para poder identificar todos
los intereses y lucros potenciales que están en juego en este debate. En
una reciente columna, la defensora del paciente, Naomi Freundlich,
planteaba la posibilidad de que "los intereses creados en materia de
selección, cirugía, quimioterapia y otros tratamientos relacionados con
el diagnóstico de los cánceres estén torpedeando la evidencia científica
que apoya los argumentos en contra de las mamografías rutinarias. Mis
sospechas son especialmente fuertes en relación a los oncólogos. La
fuerte crecida de sus ingresos, que se plasmó a finales de los 80 al
empezar a administrar los fármacos para las quimioterapias, está en
juego en este debate. Las mamografías reclutan a mujeres para la
quimioterapia igual que los lazos rosas reclutan mujeres para que se
realicen mamografías.
Lo que necesitamos es un nuevo movimiento por la salud de la mujer.
Uno que sea fuerte y suficientemente escéptico para hacer todas las
preguntas difíciles: ¿Cuáles son las causas medio ambientales y de
estilo de vida que están produciendo la actual epidemia de cáncer de
mama? ¿Por qué los tratamientos existentes, como la quimioterapia, son
tan extraordinariamente tóxicos? Y, si el relato histórico de la
progresión del cáncer en diversas etapas no puede ya sostenerse en base a
evidencias científicas
¿Cuál es el curso real de esta enfermedad (o
enfermedades)?
De lo que estoy segura es de que no necesitamos, por muy rosa y
bonito que sea, un movimiento de mujeres que sirva de apoyo al complejo
industrial construido alrededor del cáncer.
Barbara Ehrenreich es autora de 17 libros,
incluyendo los éxitos de ventas Nickel y Dimed y Bait and Switch.
Colabora habitualmente con Harper's y The Nation y ha sido
columnista del New York Times y Time. Su último libro Bright-Sided: How the Relentless Promotion of Positive Thinking Has Undermined America (Metropolitan Books), acaba de ser publicado.
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