El Gran Espejo (un cuento terrenal)
Porque
lo mágico solo puede construirse en la diversidad colectiva, dedico este cuento
a los índigos, arco iris y cristales que, escudados en excusas neoliberales new
age, se dicen hipersensibles y se miran en su pequeño espejo,
incapaces de vincularse con los demás desde el compromiso.
Hago votos para que
su visión se vuelva al servicio común y se dejen de miradas autocomplacientes
de victimez existencial. ¡Ojalá se acerquen al gran espejo! Porque la soledad... ¡es la pura
ilusión!
EL
GRAN ESPEJO
El Unicornio se mira en el espejo. A su alrededor, el Espíritu del Bosque se manifiesta murmurado entre árboles, insectos, hermosas flores silvestres, peces, un cielo cambiante, el aire rozando las pestañas…
Don Unicornio se mira en el espejo. La Señora Lechuza lo observa
desde un jacarandá.
El Unicornio se sigue mirando en el espejo. Pero solo ve su
propia imagen en el pequeño espejo.
La Señora Lechuza piensa: - ¡Es un espejo pequeño! Si fuera más
grande, tal vez me hubiera visto.
Cuando la Señora Lechuza levantó vuelo, Don Unicornio aún se miraba
en el espejo.
Meses después, la Señora Lechuza volvió al bosque. Saludó a
los Benteveos, a las Golondrinas que llegaron con ella, al Cardenal de copete
rojo y a la Señora Urraca que no paraba de cuchichear con sus vecinas de árbol.
La Urraca devolvió el saludo a la Señora Lechuza diciendo:
- ¿Ya supo de la tragedia de Unicornio?
- No. –dijo la Señora Lechuza dando un
giro casi completo a su cabeza.
- ¡Una granizada destrozó su espejo! ¡Se
partió en mil pedazos! Y desde entonces anda penando porque en cada trozo hay
algo de él pero no logra reconocerse… Y anda buscando que todos le digamos que
es hermoso, y único, que no hay nadie como él en todo el bosque…
La Señora Lechuza se quedó pensando durante su vigilia nocturna
en Don Unicornio, y recordó lo pequeño de su espejo. “Todo es por algo…”
pensó.
A la mañana siguiente la Señora Lechuza tuvo una hermosa idea y convocó a todos en el bosque a una reunión en la laguna que se forma detrás de la casacada. Y pidió a la Señora Urraca que le avisara muy es-pe-cial-men-te a Don Unicornio que no falte.
Por curiosidad o por la sola inquietud de hacer algo diferente en la rutina bosquimana, todos acudieron. La Señora Lechuza se dirigió a Don Unicornio y lo convocó a acercarse a su lado.
- Me da muchísimo gusto saludarlo, Don Unicornio. Su presencia en el bosque siempre es muy especial. Muchas veces lo he observado desde el jacarandá, Don Unicornio, mirándose en su pequeño espejo.
A la mañana siguiente la Señora Lechuza tuvo una hermosa idea y convocó a todos en el bosque a una reunión en la laguna que se forma detrás de la casacada. Y pidió a la Señora Urraca que le avisara muy es-pe-cial-men-te a Don Unicornio que no falte.
Por curiosidad o por la sola inquietud de hacer algo diferente en la rutina bosquimana, todos acudieron. La Señora Lechuza se dirigió a Don Unicornio y lo convocó a acercarse a su lado.
- Me da muchísimo gusto saludarlo, Don Unicornio. Su presencia en el bosque siempre es muy especial. Muchas veces lo he observado desde el jacarandá, Don Unicornio, mirándose en su pequeño espejo.
- ¡Mi bello espejo! - gritó Don Unicornio antes de entrar en llanto
desconsolado.
- Siempre
–prosiguió la Señora Lechuza- anhelé que su espejo fuera más grande para ver
si, además de ver su propia imagen era capaz de ver también a otros y de verme
a mí.
- ¿Usted me miraba sin que yo
lo notara siquiera, Señora Lechuza?
- Así
es. Aquí en el bosque, Don Unicornio, animales, árboles e insectos somos
interdependientes. Sin embargo usted, pasaba sus horas sin interaccionar con
nadie.
Un murmullo estalló en la laguna.
- Se lo dijo! ¡Eso es cierto! ¡Solo sabía
mirarse a sí mismo y ver por él!
- Silencio
por favor –
pidió la Señora Lechuza, girando por completo su cabeza.
Y dirigiéndose nuevamente a Don Unicornio, prosiguió:
- Me
he tomado por ello el atrevimiento, Don Unicornio, de convocarnos aquí en la
laguna, atenta a que su desgracia con el espejo sea tal vez y contrariamente a
lo que se dice, una señal de buen augurio.
-¡No comprendo Señora Lechuza! –dijo
perplejo Don Unicornio mientras reconocía a su alrededor a animales que jamás
había visto.
- Propongo que nos acerquemos a la orilla por favor... –
invitó la Señora Lechuza.
Todos los animales del Bosque se movieron alrededor de la
Señora Lechuza y Don Unicornio.
- ¡Miren
nuestro reflejo en el lago! –dijo la Señora Lechuza- ¿No es hermoso?
-¡¡Ohh!!!
¡Era una imagen bellísima! Parecía una foto de egresados
pero en movimiento. Todos encimados reconociéndose en el reflejo del agua.
- ¿No
es hermoso este gran espejo, Don Unicornio? ¿Le gusta? ¡Se lo regalo!
Don Unicornio recuperó su alegría, al tiempo que se vio
rodeado de árboles, animales, flores silvestres, insectos, un cielo hermoso y
un sol encandilante de mediodía. Los peces no tardaron en asomarse, ni tampoco la Vizcachita que acechaba desconfiada desde un rincón.
La Señora Lechuza miró con sus ojos agudos, dió un giro completo a su cabeza y sonrió.
- Siempre desee, mi admirado Don
Unicornio, que su espejo fuera más grande, y hoy mi deseo se ha cumplido. Aquí en el bosque, todos
nos necesitamos y todos tenemos algo para dar. ¡ Y si nos conocemos es posible que podamos ayudar!
¡Mirémosnos!
Don Unicornio sonrió con cierta vergüenza. Se sintió parte de un todo más abarcador, ¡y
sintió que no estaba solo! Ya no se miraba en un pequeño espejo... Este gran espejo lo hizo sentirse en un lugar habitado como nunca junto a otros seres a los
que encontró tan mágicos y tan únicos como él.
La Señora Lechuza pensó: ¿Qué
es el Gran Espíritu del Bosque sino esta hermosa diversidad?
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